Perdona que haya tardado tanto tiempo en escribirte, es que no sabía si hacerlo o dejarme ir contigo. Hoy me levanté y vi tu cama vacía; todavía no he tenido el valor de enfrentarme a que nunca volverás para dormir a mi lado. Nadie me dijo que me partiría el alma tu marcha, pero no cambiaría ni un solo segundo de lo que he vivido contigo. Duele. Pero, aunque duela, ha merecido la pena. Volvería atrás en el tiempo y recorrería kilómetros para volver a hacerte mi compañero, para volver a luchar por ti allí donde otros te abandonaron. Los años contigo pasaron rápidos, casi ni los vi, solo sé que han sido menos de los que había esperado. Me hiciste sonreír, me llenaste el corazón, fuiste la suerte que nunca tuve, y aunque ahora solo quede un inmenso vacío, no lo cambiaría por nada.
Ha llegado el momento de la despedida, y he decidido ser valiente por ti, porque sé que no habrías querido verme sufrir un solo segundo, al igual que yo no podía soportar tu sufrimiento. Lloraré hasta quedarme sin aliento, hasta que el sueño me venza, y luego me levantaré; te lo prometo.
Espero haber sido suficiente, espero haberte hecho feliz, y esperaré siempre poder volver a verte en algún lugar, quizá en otro tiempo.
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